Profesores y alumnas vulnerables






Cuando suena la campana de final de clase, los corredores del colegio quedan desiertos de maestros, pues huyen (¿de nosotros?) hacia la cafetería o los parqueaderos. Cuando alguno de ellos se queda dando vueltas por ahí, merodeando entre los alumnos y particularmente entre las alumnas es imposible que no llame la atención. Esto ha comenzado a pasar en mi colegio. Tenemos un profesor que se la pasa navegando entre las alumnas pasándoles el brazo por los hombros y la cintura como si fuera un pulpo gigante. El tipo cree que nadie se da cuenta. ¡Pffff!
Al igual que suelen hacerlo este tipo de especímenes, el que habita en mi colegio ha comenzado a fijarse en las presas más vulnerables: chicas que atraviesan situaciones difíciles, que están cambiando de alguna manera o que claramente son más frágiles. Se acerca a ellas como si fuera un gran consejero, el mejor gran amigo adulto pero no puede evitar tocarlas mientras lo hace. ¿Por qué tiene que tocar a todas las mujeres con las que habla? ¿Su voz no suena si no está intentando manosearnos, o qué?
Estoy muy alterada al momento de escribir esto. Me saca la piedra que un profesor esté aprovechando la vulnerabilidad de las estudiantes para, literal y técnicamente, caerles.
Hoy acechó durante horas a una chica que viene atravesando una cierta crisis de identidad. Desde el descanso vi que no se le despegó un segundo. Insistía en saber qué le pasaba y le acariciaba la cabeza cada vez que ella intentaba evadirlo. Lo peor: cuando ella comenzó a llorar, se aprovechó para abrazarla con una cercanía que definitivamente no le corresponde a un profesor. A la salida, cuando iba saliendo en bici, el tipo ya estaba casi encima de ella, secreteando muy pegados. Miraron ambos muy nerviosos en todas las direcciones antes de que él le diera un papel. Ella lo recibió y se giró para irse, pero él la retuvo con su mano y algo le dijo que la hizo volver para sacar su celular y anotar algo que él le dictaba, con la cara totalmente deformada por una sonrisa de “éxito” realmente asquerosa. Ella se veía mucho más tranquila que al descanso, en verdad parecía aliviada de lo que sea que la agobiaba, pero no sé si el precio que tenga que pagar por ese momento de tranquilidad vaya a ser muy alto.  

Los pulpos deben tener un olfato especial para identificar a las jovencitas vulnerables (aunque, ahora que lo pienso, ¿los pulpos tienen nariz?). Me da miedo porque hay días como este, en que al salir del colegio sabiendo la realidad que me espera en mi casa, podría llegar a sentirme aliviada recibiendo el abrazo de un pulpo.

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